Es importante señalar que a diferencia de lo que ocurre con la penitencia y reconciliación, la indulgencia no conlleva al perdón de los pecados, sino que únicamente ofrece la eximición temporal de la falta cometida. En este caso la indulgencia sólo puede ser dada por el Papa, los cardenales y los obispos. A pesar de que la indulgencia no forma parte de los siete sacramentos de la iglesia, representa un aspecto primordial dentro de los principios cristianos.
La indulgencia es considerada una virtud que se encuentra asociada con otros valores como la clemencia, la generosidad y la tolerancia, que permiten a las personas fomentar capacidades que les ayuden a aceptar y perdonar las acciones de otros individuos. Una persona indulgente, se muestra comprensiva ante las debilidades de los demás, considerándola más flexible en comparación con aquella persona autoritaria que no perdona las latas de los demás.
La indulgencia es una manera de manifestar amor a través del perdón. Desde la óptica de la inteligencia emocional, lo realmente importante es aprender a ser indulgente en el momento preciso y no serlo por conveniencia. Por ejemplo en el caso de los padres que constantemente son indulgentes con las malas acciones de sus hijos, evitando castigarlos. Ante esta situación se está cometiendo un grave error de autoridad. Lo mismo sucede cuando se deja pasar por alto las ofensas personales por parte de las amistades o parejas, lo que podría acarrear problemas de baja autoestima.
Por otro lado, es conveniente ser indulgente con las personas de avanzada edad, ya que por su condición y sus achaques propios de la edad, se encuentran más limitadas, en este caso la indulgencia se fundamenta en saber tener la paciencia suficiente, para comprender que las personas mayores, tiene una manera de realizar sus cosas y por lo tanto se debe aprender a adaptarse al ritmo de ellos.
