No hay un solo origen de la ingratitud. Puede provenir de una mala educación, una actitud de arrogancia , un sentimiento de rencor o envidia. Cualquiera que sea su origen, las actitudes ingratas producen cierta frustración o incluso una herida emocional en la persona ofendida.
La ingratitud no solo puede proceder de individuos, entre padres e hijos, hermanos, tíos y sobrinos o amigos, entre muchos otros casos, sino que también puede provenir de la sociedad en general o del propio Estado, ya que cuando no reciben jubilaciones dignas a aquellos que han contribuido al sistema a través de muchos años de trabajo decente, y están condenados a subsistir en sumas miserables en términos de tener una pensión; o cuando los ciudadanos son enviados a luchar por el país y luego no son reconocidos, como sucedió en Argentina con los sobrevivientes de la Guerra de las Malvinas.
La persona que es ingrata puede ser incluso con los parientes y amigos más cercanos, en ese caso, carece de suficiente empatía para ponerse en el lugar del otro. La ingratitud también se muestra en un diálogo emocional desprovisto de términos clave, como gracias, perdón y por favor.
Una persona ingrata defrauda a la otra porque con su actitud hiere las buenas intenciones de quien le ofreció su ayuda en algún momento. Así como el amor es un sentimiento que puede ser correspondido o no, de la misma manera, la gratitud es un sentimiento que puede ocurrir de forma mutua entre dos personas. Este es el caso, por ejemplo, cuando dos amigos que se sienten bien juntos se sienten agradecidos por poder contar el uno al otro. Sin embargo, la ingratitud muestra la falta de correspondencia en este sentimiento.
Agradecer es un verbo que a veces se olvida. Junto con el respeto, la solidaridad, la colaboración, la gratitud es una virtud, y el respeto, la ayuda, la colaboración y el agradecimiento son verbos que deben conjugarse a diario.
