Sus funciones son importantes para el organismo humano, al igual que el animal, permitiendo que las células hepáticas y musculares almacenen el glucógeno, ya que es un motor de energía para el cuerpo y en su ausencia el organismo la localiza en las grasas, que son la principal fuente para conseguir la energía requerida para caminar, comer y levantarnos. Sin esta energía el organismo disminuye su rendimiento.
La insulina es liberada por las células Betas y los llamados islotes de Langerhans en dos fases; una actúa rápidamente, cuando el consumo de alimento aumenta el nivel de glucosa en la sangre, entrando por las células Betas; La otra es lenta y progresiva, producto de la que se forma en la versícula, que actúa independientemente de la cantidad de azúcar que se encuentre en la sangre. Regula el metabolismo, al controlar las hormonas generadoras de la hiperglicemia y manteniendo los niveles bajos de azúcar, estimulando la lipogénesis, bajando así la lipólisis, y aumentando los aminoácidos en las células. Ejerce un aporte importante al crecimiento humano desde su gestación. El mal funcionamiento, la ausencia total o la resistencia del organismo de la insulina en el cuerpo humano, dan paso a un síndrome llamado Síndrome Metabólico, diabetes en sus distintos tipos, obesidad, Hipertensión, Dislipenia, ovarios poliquísticos, azúcar alta en la sangre, el colesterol alto, hígado graso, acumulación de grasa abdominal, entre otros. El deterioro de las células es progresivo, disminuyendo la cantidad de esta hormona, junto con ella la manera de metabolizarla, siendo la única manera de sustentar al organismo con tratamiento a bases de insulinas sintéticas.