Actualmente, el IRPF es el impuesto más importante del sistema tributario español, debido a su recaudación cuantitativa y tributaria. Además, el IRPF permite a través de su mecánica impositiva aplicar los principios constitucionales fiscales: principio de progresividad, generalidad y capacidad económica.
El primero va a la base general y el segundo a las economías.
Estas dos rentas serán tratadas por separado. Mientras que el primero tiene un tipo progresivo que puede alcanzar el 56% del ingreso, los ahorros logrados son progresivos en tres niveles: 21-25-27%.
Conceptualmente, este impuesto es mucho más fácil de entender. Los ingresos y los gastos se encuentran en el mismo mercado de valores, formando el resultado del año. Este ejercicio da lugar al cuadro general de cuentas, donde su mejor filosofía es reflejar la verdadera imagen de la empresa, lo que le permite tomar una serie de gastos que, a efectos fiscales, no podrían.
Si es positivo, puede reducirse según las bases impositivas negativas de años anteriores. Esto es muy importante porque es posible que no se le grava ese año, incluso si tiene ventajas si aún tiene que pagar bases impositivas negativas para años anteriores.
Las personas cuyos ingresos provienen exclusivamente del ingreso del trabajo y ganan menos de 22,000 euros por año si solo tienen un pagador, o 11,200 euros por año si tienen más de uno, salvo por unas pocas excepciones, están exentos de presentar la declaración del IRPF.
Cuando los rendimientos del capital móvil y las ganancias de capital están sujetos a retención por debajo de los 1.600 euros anuales y los ingresos inmobiliarios imputados son inferiores a 1.000 euros anuales.
Incluso si se cumplen todos estos requisitos, las personas que tienen derecho a una deducción por inversión en vivienda, por una cuenta de ahorro-compañía y aquellos que han hecho contribuciones a activos protegidos de personas con discapacidad y todos aquellos que desean solicitar reembolsos del personal, el impuesto a la renta debe presentar la declaración.