Sin embargo, esta afección normalmente florece como tema aislado, ya que no se encuentra oficialmente asociado a ningún brote o pandemia reconocida. La epidemia usualmente surge en la época de verano o a comienzos del otoño, pero los incidentes pueden ocurrir a lo largo de todo el año.
Los afectados con legionelosis normalmente padecen de escalofríos, fiebre y tos, que puede ser con moco o seco. Uno que otro paciente también presentan dolor de cabeza, dolores musculares, agotamiento, pérdida de apetito y en ocasiones presentan diarrea. Los exámenes de laboratorios revelan que los riñones de estos pacientes no trabajan de la manera correcta. Además, se le realizan radiografías de tórax donde se les refleja constantemente la presencia de neumonía. Es bastante dificultoso diferenciar la enfermedad del legionario de otras clases de neumonía solamente por los síntomas; es necesario la realización de otras pruebas para formular un diagnóstico.
En el tratamiento aplicado para esta enfermedad, se incluye la administración de antibióticos, tales como el levofloxacino y la eritromicina, estos son los medicamentos que están actualmente recomendados para tratar dicha enfermedad en las personas que la padecen. En las situaciones más severas, se podría utilizar un segundo medicamento asociado como la rifampicina. También hay una variedad de sustancias medicinales disponibles para los pacientes que son alérgicos a la eritromicina.
Los estudios y análisis que se realizaron para lograr la prevención de la enfermedad de la legionelosis arrojaron que el mantenimiento adecuado y el diseño renovado de todos los sistemas de dirección de agua, en especial del agua sanitaria caliente, ayudan a restringir el aumento y expansión del microorganismo de la legionela. La legionela es muy endeble a altas dosis de cloro.