Este vocablo fue incorporado hace años en la RAE, exponiéndolo como «Práctica supersticiosa que pretende adivinar el futuro invocando a los muertos«. La nigromancia es muy antigua frecuente en toda la antigüedad occidental con registros de su práctica en Babilonia, Egipto, Grecia y Roma, conocida como una forma muy intrincada de la magia ritual, cuyos propósitos están guiados a convocar demonios con círculos mágicos dibujados en diferentes lugares y recitaciones largas repletos de palabras latinas como conjuros y exorcismos. Los nigromantes babilónicos fueron llamados manzazuu o sha’etemmu, y los espíritus que plantearon fueron llamados etemmu.
Uno de los usos más antiguos de la nigromancia en el ámbito literario se encuentra en la Odisea de Homero. Bajo el dominio de Circe, una poderosa hechicera, Odiseo viaja al inframundo (katabasis) con el objeto de obtener una perspectiva sobre su inminente viaje a casa al elevar los espíritus de los muertos a través de la utilización de hechizos que Circe le ha enseñado; luego este personaje desea invocar y cuestionar la sombra de Tiresias en particular; sin embargo, él es incapaz de reunir el espíritu del vidente sin la ayuda de otros.
En diversos pasajes de la Odisea se pueden encontrar varias referencias descriptivas a rituales nigrománticos, se habla de ritos que deben ser realizados en torno a un pozo con fuego durante las horas nocturnas, y el personaje Odiseo tiene que seguir una receta en particular, que incluye la sangre de los animales para el sacrificio, para realizar una libación a los fantasmas mientras él recita oraciones a los fantasmas y dioses del inframundo.