Las opiniones entre los eruditos difieren en cuanto a la función y los orígenes del besarse. Una hipótesis es que el beso ha evolucionado como un mecanismo para recopilar información sobre posibles parejas sexuales. Un beso nos lleva a una cercana proximidad física con el otro, lo suficientemente cerca como para oler y probarlos. El área de la cara es rica en glándulas que secretan sustancias químicas que llevan información genética e inmunológica. Nuestra saliva lleva mensajes hormonales. El aliento de una persona, así como el sabor de sus labios y la sensación de sus dientes, señales de las cosas sobre su salud e higiene, y por lo tanto su adecuación procreativa.
Otra hipótesis afirma que el beso funciona principalmente en el nivel de la psicología, como una manera de expresar y reforzar sentimientos de confianza, cercanía e intimidad con otro. Al igual que el chasquido de vasos de vino nos permite llevar audiencia a la experiencia sensorial de beber (que ya implica todos los otros sentidos), por lo que el beso nos permite invitar a los sentidos de sabor y olor a participar en la celebración de la intimidad y hacer El evento más profundo y más completo. Además, cuando besamos a alguien, llevamos a esa persona a nuestro vulnerable espacio personal y aceptamos correr el riesgo de contraer una infección o enfermedad. Un beso es, por lo tanto, una expresión implícita de apertura y confianza. Un beso también muestra que no retrocedes de los fluidos corporales del otro. Investigaciones recientes han sugerido que la excitación sexual, especialmente entre las mujeres, funciona para suprimir los sentimientos de asco.