Principalmente, dentro del pan-asianismo se defiende la “unificación solidaria de los pueblos asiáticos”, para luchar en contra del imperialismo occidental; esto viene por el hecho de que grandes potencias europeas habrían colonizado diversos territorios en América, África y, por supuesto, Asia. Sumado a esto, también se busca la unidad en cuanto a las costumbres y la cultura, en aspectos como la escritura (adoptando la tipografía china tradicional), implementando el budismo y el confucionismo y aprovechando la cercanía geográfica y las similitudes étnicas.
La Segunda Guerra Mundial fue el ambiente más adecuado para promocionar esa idea, generando a su alrededor una esperanza de “independencia de las superpotencias occidentales”. Entre los cultos hombres que abogaban por esta causa, se encuentran el premio Nobel de Literatura de 1913, Rabindranath Tagore, Okakura Kakuzō, quien ayudó al desarrollo de las artes en su natal Japón y, además, en algún momento de su vida coincidió y compartió con Tagore sus ideas y Sun Yat-sen, médico y político, quien se encargaría de derrocar a la última dinastía china, estableciendo la República y pasando a ser considerado “el padre del pueblo chino”.