Por lo tanto, las semillas transgénicas son aquellas que han sido modificadas por prácticas científicas. Estas semillas presentan en su genoma ciertos genes que no tenían en su estado natural.
En un organismo, los genes pueden ser insertados, suprimidos o modificados: el resultado de esta práctica es un organismo transgénico. Lo usual es que estos cambios son conducidos a conferir ciertas propiedades o cualidades al organismo en cuestión.
Las semillas transgénicas se modifican para ser resistentes a diversos factores que podrían afectar el desarrollo de la planta. Gracias a este tipo de semillas, se pueden crear plantas resistentes a los insectos y herbicidas.
La producción de semillas transgénicas se ha convertido en un negocio millonario en todo el mundo. Las empresas que son responsables de su generación afirman que estas técnicas podrían ayudar a combatir el hambre a medida que los alimentos crecen más fácilmente y son más resistentes. Además, según su posición, contribuyen al medio ambiente ya que, al resistir varias enfermedades, el uso de agroquímicos no es necesario.
Sin embargo, no todos están de acuerdo con el uso de semillas transgénicas. Con respecto a la reivindicación del hambre en el mundo, hay quienes afirman que sería mucho más efectivo impulsar la producción local en los países en desarrollo aprovechando sus recursos nativos, lo que traería más beneficios económicos y evitaría la dependencia de un tercio para la adquisición de semillas.
Los que condenan el uso de semillas transgénicas, sin embargo, advierten que estas semillas están patentadas por las empresas y sus plantas, por lo tanto, constituyen una propiedad privada. Además, los alimentos derivados de semillas transgénicas podrían causar varios problemas de salud, mientras que los cultivos alteraría el equilibrio ecológico.
Uno de los oponentes más fuertes es el sector agrícola tradicional, o al menos intenta apostar por los métodos que considera más «naturales». Hay varias encuestas que hablan de una gran mayoría de consumidores contra las semillas transgénicas; sin embargo, esto contradice las prácticas que tanto la agricultura como la ganadería tienen como pilares fundamentales de su existencia. Las acusaciones de no respetar las leyes de la naturaleza pierden fuerza cuando provienen de personas que crían animales y explotan la tierra con productos químicos: lo natural sería dejar a los animales en libertad y que cada uno cultive su propia comida en un pequeño huerto.
