Básicamente, la tiroxina se encarga de tener un control estricto sobre la actividad celular, por lo que tiene el poder volver al metabolismo lento si la expulsión no es tan corriente, haciendo que el cuerpo gane peso o en casos extremos, anomalías con respecto al sistema cardiovascular y una sensibilidad mucho más aguda al recibirse estímulos específicamente en la piel. En un caso contrario, la secreción exagerada de tiroxina representa, en su sentido más general, la pérdida constante de grasa en el cuerpo, en combinación con un temperamento cambiante y mayormente irritable, al igual que problemas relacionados con el corazón.
De la misma manera, trabaja conjuntamente con la hormona del crecimiento para lograr un alto desarrollo corporal, enfocándose principalmente en el sistema nervioso y el desarrollo de neuronas, aunque el último ocurre sólo durante la gestación. Podrían verse afectados el cerebro y órganos reproductivos si hay bajos índices del químico, situación que empeora con una baja estatura.