Estas colonias mantenían sistemas políticos, legales y constitucionales muy semejantes y estuvieron bajo el dominio de protestantes ingleses. Ellas representaban una fracción de las posesiones que tenía Gran Bretaña en el nuevo mundo. Durante el siglo XVII, Inglaterra manejaba sus colonias, bajo una política mercantilista, en donde el gobierno central las administraba en función del beneficio económico de la nación.
Muchos de los colonos fundadores de estos estados, en su mayoría eran ingleses, sin embargo también había alemanes, irlandeses, flamencos y hugonotes franceses; quienes salieron huyendo de sus países de origen por razones religiosas y políticas. Los habitantes de estas colonias no contaban con el derecho de opinar y mucho menos decidir en las leyes que se admitían y en la forma como eran gobernados. Debían obligatoriamente cancelar impuestos por cualquier tipo de actividades (la prensa, compra de productos, trámites burocráticos, etc.), pero no podían intervenir en las decisiones del gobierno.
Las relaciones entre gran Bretaña y las 13 colonias cada día empeoraba a raíz del incremento de los impuestos antes señalados. Los colonos consideraban como abusivos estos impuestos y en el año 1770 se produjo una protesta masiva, la cual originó la famosa masacre de Boston. Producto de esto, Inglaterra decide disminuir los impuestos a excepción de aquellos asociados al comercio de té.
Sin embargo, las arbitrariedades por parte de Inglaterra, fueron cansando a este grupo de colonias, lo que terminó en el surgimiento de una guerra en el año 1775, en donde estas colonias lucharon por liberarse del yugo inglés.
Entre los años de 1775 y 1783 comienza la guerra de independencia entre las trece colonias e Inglaterra; ya para el año 1776 se estaba declarando la independencia de estas trece colonias, dando como origen el nacimiento de una nueva nación: los Estados Unidos de América. Finalmente, en el año 1783 se firma el acuerdo de París, en donde Inglaterra y Estados Unidos declararon la paz definitiva.