Durante el siglo XIX, una de las éticas filosóficas más importantes fue el utilitarismo, ya que tiene entre sus principios fundamentales lo que se conoce como el bienestar social. Sin olvidar otra de sus máximas u objetivos más importantes como es el caso del fomento del conjunto de las libertades.
El reconocido Jeremy Bentham, fue uno de los pioneros en el desarrollo de esta filosofía, dado que planteaba su sistema ético en torno a la noción de placer y lejos del dolor físico. Para Bentham, el utilitarismo está relacionado con el hedonismo, dado que considera que las acciones morales son aquellas que maximizan el placer y minimizan el dolor del ser humano.
Vale tener en cuenta que la ruptura que Bentham indicó respecto al clasicismo de las sociedades anteriores mediante una obra la cual tituló “Introducción a los principios de la moral y de la legislación”. Gracias a este tipo de demostraciones este investigador dejaba claro que lo bueno será todo aquello que dé placer a un gran número de individuos sin que en ningún caso se tenga en consideración el estatus social de ellos. Dicha afirmación aseguraba que con la creación y desarrollo de lo que hizo llamar cálculo de placeres, una serie de reglas y normas que le servían para tener claro, en base a dichos criterios, que era bueno y qué era malo.
Otro importante investigador que se sumergió en el utilitarismo fue John Stuart Mil, asegurando que el placer o la felicidad deben calcularse a partir del mayor bien para el mayor número de personas, sin embargo reconoce que ciertos placeres tienen una calidad superior a otros.
Fueron diversos los aportes que hizo Mil, con respecto utilitarismo destacando el hecho de que consideraba a la sociedad para poder tener calidad moral debía estar instruida e informada.