La astenosfera está compuesta de materiales semisólidos y sólidos. Sobre ella flota la litosfera, una capa rígida compuesta por el sector externo del manto y la corteza terrestre. De esta manera, el movimiento de las placas tectónicas ocurre en el área de la astenosfera.
La astenosfera es maleable y puede ser empujada y deformada, como la plastilina, en respuesta al calor de la Tierra. Estas rocas realmente fluyen; moviéndose en respuesta al estrés impuesto por los movimientos del interior profundo de la Tierra. La astenosfera fluida lleva consigo la litosfera de la Tierra, incluidos los continentes.
Otra característica de la astenosfera es que promueve la renovación y expansión del fondo oceánico. Esto se debe al hecho de que en su composición está el basalto, una roca ígnea que, a través de un proceso de extrusión, fluye a través de las crestas oceánicas. Cuando se encuentra con el continente, la materia se hunde y pasa por debajo, volviendo al fondo del océano y fundiéndose en el seno de la astenosfera por subducción.
En geología como disciplina científica, la teoría isostática sostiene que las montañas no son el resultado de un exceso de carga en la superficie, sino que su origen se debe a los movimientos que ocurren en las capas internas, tanto en la litosfera como en la astenosfera.
Es importante mencionar que, para algunos científicos, la astenosfera realmente no existe. Hay especialistas que sostienen que la deriva continental se produce por un movimiento solidario de la corteza con el manto, mientras que la isostasia se desarrollaría entre la parte externa del núcleo de la Tierra y la parte interna del manto.
Un tema de debate es el referido a la existencia o no de la astenosfera, que aún genera una gran controversia. Por lo tanto, en la actualidad, no existe una posición que se considere precisa a este respecto, porque hay muchos estudios que se establecen en una posición y en otra sin ser concluyentes.