Aun así, los materiales utilizados en ambas prácticas se caracterizan por ser bastante similares. En la alfarería, por ejemplo, se utiliza una mezcla de agua y arcilla, que tiene una consistencia casi líquida, para unir piezas previamente elaboradas a mano o con fines decorativos, a la que se le denominada barbotina. Con la evolución de las técnicas que se utilizan en la alfarería, para la preparación de esta mezcla, se implementó un proceso químico llamado levigación, que consiste, básicamente, en la separación de mezclas, es decir, indicar un dispersión de partículas; esto se realiza con el fin de hacer mucho más resistente y duradera la preparación. Para lograr esto, se agregan otros componentes, como el ácido tánico, el carbonato de sodio o silicato soluble de sodio.
En la industria de la cerámica se considera de gran importancia que la barbotina no contenga grumos, además de que su densidad debe ser adecuada a la creación; por esta razón, se ponen en práctica una serie de procesos en los que se busca medir con precisión a la misma. En algunas zonas, de igual forma, es bastante común que se le denomine barbotina a todos los residuos que se encuentran en el fondo de la vasija y en los que el alfarero introduce sus manos, para reducir la fricción al moldear las esculturas.