La palabra cónclave proviene del latín «Cum Clavis» que quiere decir «Bajo llave» es decir, los cardenales responsables de decidir quién entre ellos será el nuevo papa se encierran en la capilla Sixtina del Vaticano, lugar famoso por sus frescos de Miguel Ángel en los que escenifica la creación del hombre y muchos más relatos de la vida en la Biblia. Durante este encierro, los cardenales, incluido el camarlengo realizan votaciones en las que un determinado número de votos define quien será el sumo pontífice, la relación de votos establece que el elegido debe tener por lo menos 2 tercios de los votos en cuestión para poder ser proclamado. En la antigüedad el cónclave se realizaba con medidas de seguridad más extremas, la injerencia de la iglesia en la política del mundo entero dificultaba la elección y los conclaves podían durar años, sin que se llegara a un acuerdo estable acerca de quién sería el nuevo representante ante el mundo de la iglesia católica.
El único contacto con el público en general que tienen los cardenales es mediante la expedición de humo por medio de una chimenea, si por esta sale humo negro significa que el consenso no ha llegado y que la elección sigue. Cuando aparece el humo blanco, es señal de que el Papa ha sido elegido y en medio de canticos se procede al «Habemus Papa» en el balcón que colinda con la basílica de San Pedro.