Las dictaduras que se han presentado en el mundo, como la de Hitler en Alemania y Europa, la que aún vigente mantiene en un factor social al pueblo norcoreano, las que se han vivido en Venezuela y Cuba mantienen un carácter déspota frente a los ciudadanos comunes, por el simple hecho de que no tienen ningún tipo de alcance al poder que sólo la administración gubernamental puede otorgar.
En épocas medievales y de ilustración, el despotismo era considerado como una forma de gobierno favorable, porque orientaba al pueblo por el camino de la iluminación del conocimiento y aportaba a la sociedad la herramienta necesaria para la evolución cultural y social del hombre. Estamos puntualmente hablando de los siglos XVII y XVIII en los que los reinados eclesiásticos además de ofrecer un claro control de la ilustración y la norma, aportaban una representación física de la divinidad, por eso, este fe y conocimiento el despotismo era “Favorable” para el pueblo.
Hoy en día además de usar el término despotismo como adjetivo calificativo a formas de gobierno, también se usa para señalar a aquellas personas que porque tienen más que otras se sienten superiores sin importar incluso si pertenecen a un estrato similar. El despotismo ha sido un término que se ha empleado históricamente en diversos acontecimientos, de la misma manera que importantes personajes de la historia contemporánea mundial han intentado acabarlo. Nelson Mandela, uno de los más importantes exponentes de la paz y la libertad, luchó y soportó muchos años de prisión por culpa del Apartheid, una tendencia que aislaba a los negros de África y los cohibía de los derechos más ínfimos y que sólo los déspotas blancos podían gozar.