Este uno de los tantos sacramentos que en la iglesia católica se insta a los cristianos a recibir. Ha tomado diversos nombres a través de la historia, como los mencionados en el catecismo de la ya mencionada iglesia; en este, se le identifica como el sacramento de conversión, el sacramento del perdón y sacramento de la reconciliación. Es mencionado una cantidad de veces considerables en los textos bíblicos, por lo que se puede decir que tiene una base teológica firme.
En la antigüedad, las penitencias impuestas para los cristianos que decidían confesar sus pecados, debía seguir un patrón, empezando por la sesión, a solas, con el obispo, para relatar las más indecorosas acciones cometidas. Durante algunas semanas o incluso meses, debía llevar una serie de vestidos que indicase que se encontraba en plena penitencia; a esto se le sumaba el hecho de que debían ayunar, orar y dar limosnas a todos los necesitados, para demostrar que la conversión estaba hecha. Debido a la evolución de las enseñanzas, las penitencias, en días actuales, son llevadas a cabo en privado.