En psicoanálisis, la represión es lo que el individuo mantiene en su inconsciente porque es algo que lo lastima o que lo condena. Es un medio de protección que la persona usa involuntariamente para evitar el sufrimiento, por lo que «olvida» ciertos actos que ha visto, escuchado o realizado, o ideas inmorales o ilegales; pero que sin embargo, usualmente aparecen en sus sueños o en ciertos actos, emociones o reacciones que les resultan difíciles de explicar.
La represión es un mecanismo de defensa que consiste en expulsar deseos, sentimientos o pensamientos de la conciencia.
Para Freud, la represión era una estrategia para dejar inconsciente todo contenido mental inaceptable. Por ejemplo, una persona con ideas muy religiosas, a diferencia de otra persona que despierta su deseo sexual, puede no reconocer en sí mismo ni siquiera los mensajes fisiológicos más mínimos que su cuerpo le envía.
En la política, la represión puede ser legal (cuando está enmarcada dentro de la constitución) o ilegal (las fuerzas estatales o paraestatales actúan sin respeto por la ley y cometen crímenes en sus acciones). En general, la represión implica una cierta dosis de violencia.
El objetivo de la represión es evitar que un grupo de personas perjudique los derechos de otros sujetos o se involucre en prácticas ilegales. Cuando la represión excede los límites legales, los represores mismos son los que terminan en la ilegalidad y anulan derechos legítimos como la libertad de expresión o manifestación.
La represión sexual puede ser involuntaria o inconsciente vinculada a esta represión inconsciente, que genera un sentimiento de culpa; o puede ser religioso o ético, y en esos casos, voluntario o como un requisito de una autoridad moral o religiosa que puede coincidir con la política en aquellos países donde las leyes religiosas tienen aplicación como normas legales.