Así se satisfacía al adeudado, ya sea de manera personal o hacia el gobierno romano, haciendo que se cancelara dicho aporte y quedar libre de culpa y agravio por dicha falta, de esta manera los agraviados y deudores quedaban conforme con el resultado deseado. Estas exigencias en la antigüedad como lo fue en el imperio romano, la palabra dada era y valía más que un decreto escrito, el nombre de una persona era su certificado de confiabilidad y respeto, como de una reputación impecable en esa sociedad.
Estos hechos pasaban de generación en generación, si algún antepasado no cuidaba lo que hacía su futura descendencia quedaba mancillada por esto, y eran estos los que debían pagar o cargar con dicha mancha en su nombre, viviendo con una culpa que los hijos tenían, si era el caso de una deuda monetaria, que cancelar dicha paga, o cumplir las promesas hechas en su nombre, ya que el clan familiar se vería afectado por esto, en caso contrario si eran de buena reputación obtenían los beneficios y prosperidad del clan.
En la actualidad se sigue teniendo esta alternativa de fianza y garantía, en los juicios de procesos jurídicos la imponen como una obligación para poder obtener la libertad bajo condiciones que el imputado debe cancelar, y así estar libre mientras se le realiza el juicio por su delito, en casos de faltas menores son multas de reparo, como castigo para que no se vuelva a repetir.