Sentencia Firme
Las Sentencias que son realmente definitivas son las sentencias firmes. No hay recurso contra ellos, ya sea porque la ley no lo prevé o porque el plazo establecido ha pasado y ninguna de las partes lo ha presentado. En el curso de un juicio, las partes opuestas (demandante y demandado) presentan sus argumentos a través de sus abogados correspondientes. Mientras tanto, el juez conoce los hechos a fondo.
La posibilidad de obtener la ejecución de una sentencia sólo se produce en los casos en los que, una vez emitida esta, se adopta una decisión judicial en forma de una orden que decreta la denominada finalidad de la sentencia. Esto puede ocurrir por dos razones:
- Bien porque no se ha interpuesto recurso de apelación contra la sentencia dictada y han transcurrido los términos que la ley concede para apelar la sentencia.
- Ya sea porque se ha interpuesto un recurso contra la sentencia y el órgano judicial ha resuelto este recurso y lo ha comunicado a las partes y al órgano judicial que emitió la sentencia. En este caso, la solidez de la sentencia vendría porque, frente a esta segunda sentencia,no es posible apelar.
Una vez que se finaliza la sentencia , se abre el camino del juicio, a fin de iniciar la forma de cobrar el contenido de la sentencia. Esta es la parte esencial del procedimiento, ya que sin la ejecución de la sentencia no se cumple el reclamo que la parte solicitó en los tribunales de justicia y que le otorgó la protección judicial efectiva reclamada.
En general, la ley contempla la posibilidad de que los litigantes recurran a otro tribunal para revisar el caso. Es lo que se llama un recurso. En el caso de que la ley establezca que no es posible presentar una apelación, la sentencia se considerará definitiva. Para tener esta consideración, la ley que se aplica en el fallo debe indicarlo expresamente. Además, otro requisito para que el juicio sea definitivo es que los litigantes han incumplido los plazos para presentar una apelación.
Por lo tanto, el juicio final es final. La decisión es inapelable y debe aplicarse según lo especificado por el juez en su decisión. El origen del juicio final proviene, como la mayoría de las situaciones legales, de la ley romana. El objetivo del juicio final es evitar un nuevo juicio, entendido de esta manera que proteja a ambas partes.
La idea de un juicio final es clara: que no puede haber un nuevo juicio. A pesar de esto, la legislación de la mayoría de los países contempla la posibilidad de revisar un juicio final. El primer requisito para hacerlo es que una de las partes se postule ante un tribunal superior, generalmente el Tribunal Supremo. Este organismo tiene el poder de reabrir el caso y, por lo tanto, anula el juicio final si se cumple alguno de los siguientes requisitos: la aparición de nuevos datos relevantes, la demostración de la falsedad de los datos o los testimonios de los expertos o algún tipo de irregularidad (soborno, por ejemplo) que justifica la anulación del juicio firme original.


