El adjetivo simplista utilizado en la comunicación se refiere a la explicación básica y elemental que una persona hace sobre un tema complejo que se refiere a argumentos demasiado simples y sencillos para respaldar su afirmación. Las consecuencias de este tipo de explicación simplista suelen ser que el emisor tiene menos poder de convicción ante su entorno más cercano, ya que la lógica de sus argumentos no cuenta con el respaldo necesario.
Ser simplista en un momento determinado no tiene nada que ver con ser más o menos inteligente, ya que todos podemos caer en el papel de la simplicidad cuando permanecemos en la superficie de las cosas y convertimos la apariencia en una verdad. Por ejemplo, en el contexto de las relaciones personales es un gesto simplista juzgar a una persona por la primera impresión porque cuando actuamos de esta manera, nos olvidamos de que realmente no conocemos a esa persona.
También podemos ser simplistas en un contexto lúdico entre amigos, por ejemplo, cuando cenamos con colegas y se crea una atmósfera relajada para hacer bromas y practicar el humor a través de comentarios sin complicaciones. Sin embargo, ser simplista en una entrevista de trabajo puede causar una mala imagen del candidato en esa compañía.
El Simplismo es una corriente filosófica nacida en España a fines del s. XX. El Simplismo tiene principalmente una escuela de pensamiento, la «Escuela de Almería», que nació como un fenómeno de tipo psicológico y filosófico profundamente enraizado en el humor, la ironía y, por supuesto, la simplicidad misma.
El Simplismo defiende la idea de que todas las personas tienen una esencia simple, bajo todo el edificio de complejidad que las rodea, una teoría que muchos filósofos contemporáneos han criticado rápidamente por su analogía con las tesis neo cartesianas y freudianas.