La palabra unánime fue incluida en el idioma español durante el siglo XV. Este, en su forma original, era “unanimis”, vocablo que se forma a partir de “unus”, que puede traducirse como “uno”, además de “anima”, el “aire”, “aliento” o el “alma”. Esta palabra, por lo general, es común emplearla cuando se trata de votaciones o consultas. En estas, en dependencia de su naturaleza, debería estar integrada por individuos que no duden en expresar su opinión sobre un tema que conocen; sin embargo, un grupo considerado unánime puede albergar personas que, de una u otra forma, están unidas y que concuerdan en lo discutido. Ciertos casos estudiados, arrojan que un pequeño porcentaje de grupos unánimes se etiquetan así porque existe un proceso defectuoso o existe un clima de miedo a expresarse que impide el surgimiento de la discrepancia.
Cuando existen una serie de abstenciones en las votaciones, estas, al no contar como votos, no impiden que las decisiones sean adoptadas. Por lo general, se considera que todavía existe unanimidad, aunque esta no sea general. En algunos regímenes dictatoriales, las votaciones gubernamentales suelen ser unánimes, puesto que ponen en práctica lo conocido como “fraude electoral”.