La curaduría se establece después de que las autoridades legales y judiciales competentes estiman la situación particular y deciden elegir a una persona calificada para esta función. En algunos casos, el papel del cuidador puede ser ocupado por uno de los dos padres (en el caso de que el otro haya muerto o no pueda cumplir con esa tarea), así como por personas especialmente preparadas y designadas para tal puesto.
En el área de la justicia, hay algunas personas que no se consideran capaces o totalmente desarrolladas para realizar ciertas acciones o actividades. Entre ellos encontramos, por una parte, a niños y adolescentes y, por otra, a aquellos que sufren algún tipo de discapacidad (pueden ser mayores de edad). La curaduría es una figura jurídica que se establece entonces, para facilitar el desarrollo de estas personas y evitar enfrentar situaciones que por sus propios medios no podrían resolver con total normalidad.
A través de la curaduría, el curador debe intervenir en aquellos actos jurídicos que el sujeto no puede realizar por sí mismo. Si uno de estos actos se lleva a cabo sin la intervención del curador, puede anularse.
En otras palabras, la curaduría consiste en la representación legal de una persona con una discapacidad mental. Su función es ayudar, preservando la salud de los asistidos y evitando que sufra daños a su patrimonio.
La curatela puede ser iniciada por los padres, hijos, cónyuge u otros parientes de la persona incapacitada. En ausencia de ellos, el proceso puede ser solicitado por el fiscal.
Es importante tener en cuenta que, cuando una persona alcanza la mayoría de edad, sus padres ya no tienen la custodia de su descendiente y, por lo tanto, ya no pueden representarlo legalmente. Si la persona discapacitada no tiene curaduría, queda desprotegido.