Incluso hoy, el término es motivo de debate, con algunos eruditos limitándose a su uso a la descripción de arreglos entre la nobleza, algunos otros extendiendo su uso para describir el orden social de la Edad Media y otro grupo de expertos que cuestionan su utilidad como concepto. El feudalismo, en sus muchas formas, emergió como resultado de la descentralización de un imperio, especialmente de la Dinastía Carolingia (linaje de reyes francos que gobernaron Europa Occidental entre los siglos VIII y X), la cual carecía de infraestructura burocrática necesaria para el respaldo de la caballería, al no asignar tierras a estas tropas.
Así pues, los soldados comenzaron a asegurar un sistema hereditario sobre las tierras y, su poder sobre el territorio pasó a abarcar las esferas política, judicial y económica. Este poder adquirido disminuyó considerablemente el poder unitario de estos imperios. Aun cuando la infraestructura existía para mantener dicho poder unitario (como fue el caso de las monarquías europeas), empezó a ceder ante este nuevo poder estructural, conocido como feudalismo, y eventualmente desapareció. El feudalismo clásico describe un conjunto de obligaciones recíprocas, legales y militares, entre los guerreros de la nobleza, que giran en torno a tres conceptos fundamentales: lords, vasallos y feudo.
Un lord era, en términos generales, un noble que poseía una tierra; el vasallo era la persona a la cual se le concedía (por el lord) la posesión de la tierra y ésta era conocida como el feudo. A cambio del uso del feudo y la protección del lord, el vasallo proveía a éste algún tipo de servicio. Existían diferentes tipos de tenencia de tierra feudal, podían ser servicios militares o no militares. Las obligaciones y derechos correspondientes eran de mutuo acuerdo entre el lord y el vasallo. El término “sociedad feudal” abarca no solo a la estructura aristocrática guerrera ligada al vasallaje, sino también a los campesinos obligados por el señorío y los bienes de la iglesia.